jueves, 30 de julio de 2009

Bucle estival


La época estival, con sus flotadores, chiringuitos, sillas desplegables y noches al fresco suele verse ennegrecida por la sombra de los incendios que asolan los campos españoles y algún que otro aviso de bomba que, a veces, se hace efectivo.

Es ese tipo de noticias que, sinceramente, no sorprenden cuando aparecen en los telediarios de la hora de la comida o de la cena. Que no sorprendan no quiere decir que no angustien, inquieten o preocupen. Simplemente son noticias que, como un bucle, se repiten cada verano y parece que nos han hecho callo, que aunque duelan, se perciben con otra sensibilidad. Siempre y cuando no nos toque bien de cerca, ¡claro está!

Y es que, esta semana mi callo no ha dolido como callo. Ha dolido, más bien, como una herida. Una herida que al despertar parece estar cicatrizada, pero que en cuanto te levantas de la cama y haces el menor movimiento, una punzada de dolor te recuerda que ahí sigue, abierta, jodida y, sobre todo, dispuesta a seguir jodiendo.

Una herida que se ha ido abriendo, cada día de esta semana un poco más, al tiempo que mi imcomprensión de la mente humana ha ido en aumento. Y es que sigo sin entender los asesinatos y las cerillas encendidas en los campos y montes secos de verano. Sigo sin entender qué se pretende con ello. Sigo sin entender el convencimiento de algunos de que así lo conseguirán.

Foto: Mundofotos.net

viernes, 10 de julio de 2009

El tren


Viernes 10 de julio, 10:30 horas de la mañana. Llamo a Renfe para comprar el billete del Avant de las 17:30 horas.

Sólo quedan tres plazas, señorita, no sé si el ordenador querrá darme una. Espere. Espero. Ha tenido usted suerte, copie su clave. La copio. Gracias. Gracias. Cuelgo y recibo un sms de confirmación de la compra. Clave comprobada. Billete comprado. Sólo tengo que imprimirlo en las máquinas de Chamartín.

Viernes 10 de julio, 16:20 horas de la tarde. Salgo de casa. Tengo tiempo, pieno. Línea directa hasta Plaza de Castilla, transbordo y ya estoy en Chamartín.

17:10 horas. Llego a la estación. Tengo tiempo de sobra para imprimir mi billete. Llego a la zona de las taquillas. En las ventanillas, largas colas de gente esperan para comprar los suyos. ¡Menos mal!, yo sólo tengo que llegar a una máquina, meter mi clave y coger el papel.

Máquina fuera de servicio. Máquina fuera de servicio. Máquina con pantalla en negro. Máquina con pantalla táctil que no detecta el tacto. Me indigno. ¿¡Cómo que no funciona ninguna de las máquinas que hay en la Taquilla de una de las estaciones más grandes del país, si no es la más grande!?

17:17 horas. Pregunto. Para recoger los billetes, señorita, en la ventanilla Venta para Hoy, al fondo de la sala. Miro al fondo, una larga cola me espera. Miro enfadada al hombre. Se encoge de hombros. Él no tiene la culpa, lo sé, pero descargo mi enfado en él con otra fea mirada.

17:21 horas marca la pantalla informativa de Renfe. 6 personas delante de mí. 9 minutos para que me den el billete, buscar el andén, bajar al andén, identificarme, registro de maleta y, por fin, entrar al tren. La cola no avanza. Resoplo.

17: 23 horas. ¡No aguanto más! A lo mejor, quienes están delante de mí cogen el tren más tarde que yo. Les abordo. Perdone, ¿va a coger billete para las 17:30? No, yo lo cojo para las 6. Y también para las 6. No, no, pase. ¿No les importa? Lo siento, de verdad, lo he comprado por teléfono y las máquinas no funcionan. ¡Pase, pase. Corra!

En medio segundo se lo explico a quien me atiende. Copia la clave mal. Se la repito. Imprime el billete. ¡Lo tengo en mis manos! ¿En qué anden tengo que coger el tren? En el 16, ¡rápido!

17:27 horas. Encuentro el andén. Bajo las escaleras mecánicas. La puerta no se abre. Sí, sí se abre. Ya no hay pasajeros fuera. entrego el billete a la primera persona que me encuentro. No, señorita, aquí; me dice señalando una ventanilla. ¡Dios! ¿¡Por qué!? Paso casi de largo por la cinta de registro de equipaje. Dejo la maleta, dejo el bolso. Cojo la maleta, recojo el bolso... ¡Mierda! ¡Los cascos del iPod se han trabado en la cinta! Tiro de ellos. Parece que no se han roto.

17:29 horas. ¡Estoy dentro! ¡Ufff!

Viernes 10 de julio, 17:30 horas de la tarde. Alivio...


Foto: Ricardo Ricote