lunes, 26 de octubre de 2009

Fin de la Semana Temática: 'Yo sobreviví a la UC3M'


Hoy clausuro mi participación en la Semana Temática Yo sobreviví a la UC3M y reflexiono sobre ella. Como ya he comentado en casi la mayoría de los cometarios (sí, me repito mucho): ¡me ha encantado!

Me ha encantado leer los recuedos y experiencias que hemos vivido varias personas al mismo tiempo, en el mismo lugar y cursando prácticamente las mismas asignaturas. Me ha gustado verme identificada en casi todo con lo que se ha dicho/escrito. Me ha gustado saber que las sensaciones que yo tenía no sólo las compartía con mi grupo de clase. Y me ha gustado poder acercarme a personas a partir de esta iniciativa.

Gracias Laura por tu idea. Gracias Blanca por impulsar esta semana inconscientemente. ¡Gracias a TODAS las participantes!

Supongo que ningún otro tema podrá acercarnos tanto como este, porque nos toca la fibra, pero, ¿para cuándo otra semana temática?

viernes, 23 de octubre de 2009

La encuesta de inserción laboral

Un día, de no hace mucho, llego a casa y en la mesita del salón hay una carta para mí. Es de la Universidad Carlos III. Pensando en que será publicidad de alguno de sus másters, la abro con desgana mientras caliento la comida. ¡Anda, fíjate!, pienso, me reclaman para que haga una encuesta de inserción laboral tras haber terminado la carrera, ¡pues la voy hacer, hombre!, me digo a mi misma. Hecho sorprendente porque no es que yo me caracterice por rellenar encuestas o cuestionarios de la Carlos III, que allá por segundo dejé de entregar la evalución de los profesores. ¡Gran error! -arrepentimiento posterior-. Antes de que la comida se haya calentado, he dejado la carta en un sitio visible para que no se me olvide hacer los deberes.

Otro día, seguido al anterior, abro mi correo electrónico y tengo un e-mail en el que se me informa de los mismo, con un link a la susodicha encuesta. Lo marco como No leído y lo dejo ahí para mejor ocasión, ¡ando muy liada con cosas del curro, pero no se me olvida!. No, no.

Ese mismo día, a media mañana, suena mi móvil: número desconocido. Es una chiquita, me llama de la Universidad Carlos III para hacer una encuesta de inserción laboral tras haber terminado los estudios universitarios, ¿quiere hacerla?, me pregunta. ¡Sí, sí!, contesto; por supuesto, pienso. Así que, comienzan las preguntas...

He de decir, que lo más destacable de mi vida posuniversitaria es el hecho de haber trabajado por mi cuenta desde antes de terminar, de haber creado una empresa con mis amigas, y ahora también compañeras,. Básicamente el hecho de ser una joven emprendedora. Y no es que yo quiera que esto se me reconozca más que a nadie, ni que yo sea diferente, ¡ni nada de eso! Pero sí que creo que es algo a tener en cuenta a la hora de responder una encuesta de inserción laboral para la universidad en la que estudiaste... Pero, ¿cómo hacerlo si sólo te permiten sacar este tema en una única respuesta de una de las preguntas que te hacen...? ¡Claro que puedo responder a las preguntas de si estoy contenta (o no) con mi trabajo, con lo que hago, si me han servido las prácticas realizadas y el temario estudiado!, aunque resulte complicado simplemente valerte de un Sí y de un NO para contestar. Pero señores preparadores de encuestas de la Carlos III, ¿se han parado a pensar que ese tipo de preguntas tienen muy poco significado cuando una trabaja por su cuenta?, por ejemplo. Ya sé que una encuesta es una encuesta y que lo que pretende es tener resultados globales y tipificados, que si se hicieran diferentes preguntas por cada perfil no sería una encuesta y no se podrán sacar conclusiones generalizadas, pero... ¿Qué resultados van a sacar de mis respuestas...? Que estoy contenta con mi trabajo y que hago lo que me gusta (dentro de lo posible y de lo que se nos deja, ¡claro está!)...

Claro, yo lo veo desde mi punto de vista, desde mi situación personal/laboral. Pero intentando analizarlo desde una visión más objetiva, esta encuesta sabe qué resultados quiere obtener y qué preguntas hacer para conseguirlas. ¿Qué va a contestar la mayoría de la gente a la pregunta de 'ha trabajado usted en el último año'? Pues claro, pero de telepizzero. ¡Ah! Pero eso no cuenta, que sólo se puede responder con Sí o No. Da igual, la casilla del Sí ya está marcada, aunque el grado de telepizzero aún no esté contemplado en el Plan Bolonia. U otra, ¿qué respondes a 'has estado inscrito al SOPP (Servicio de Orientación y Planificación Profesional'? ¡Cómo para no conocerlo...!vSi quieres hacer prácticas en una empresa mientras estudias no queda otra que los papeles te los gestionen ellos (o medio-gestionen o mal-gestionen, según los casos), porque sino no son válidas y como hacer prácticas es inevitable (ya sea por los motivos que sea) pues... ¿Quién no ha esperado en la ventanilla del SOPP a ser atendido mientras veías al personal chatear por el messenger?

¡Joder! Pero qué bien queda que en las conclusiones sacadas de la encuesta se pueda decir que el 90 y pico porciento de tu ex-alumnado ha trabajado en el último año y que el 90 y pico por ciento de tu ex-alumnado se haya inscrito en tu servicio de orientación y planificación profesional. Y es que claro, un Sí y un No como respuesta no contemplan que un muchos por ciento de ese noventa por ciento que trabajó el año pasado fue en trabajos más que precarios o que el total del noventa y pico por ciento que se incribió en tu servicio de orientación y planificaión profesional lo hizo porque era obligatorio.

martes, 20 de octubre de 2009

De prácticas y trabajos


Sigo sin tener un esquema mental sobre qué escribir esta semana, y ya no lo voy a tener, la verdad. Hoy voy a empezar a hablar de las prácticas y trabajos que nos mandaban en clase; aunque a lo mejor termino el post escribiendo sobre la comida de la cafetería... ¡Quién sabe!

Antes de ir a la universidad, yo pensaba que sólo hacían prácticas los estudiantes de carreras que precisaban laboratorios y máquinas especiales; los de ciencias, para que nos entendamos. Estaba equivocada.

Antes de nada, voy a definir lo que para mí eran las prácticas y lo que para mí eran los trabajos. Como yo lo entendía:
  • Práctica: tarea a entregar a corto o medio plazo, realizado individualmente o en grupos (creo que esto las menos veces). Con corto plazo me refiero a tener que entregarla en la misma clase que era mandada o al día siguiente; a medio plazo, como mucho, muchísimo, en quince días. Para mí era, lo que venía siendo desde preescolar, los deberes de toda la vida. Con sus complicaciones, ¡claro! Pero será que queda más molón llamarlo Práctica.
  • Trabajo: tarea a entregar a largo plazo y, la mayoría de las veces, a realizar en grupo. Por supuesto se trataba de algo mucho más costoso, laborioso y que requería más tiempo.
Lo peor de ambas tareas, para mí, era el hacerlas en grupo. Objetivamente pensaba (y pienso) que era lo mejor. Una forma de prepararnos para el futuro, aprender a trabajar codo con codo, en equipo, dividiendo funciones, aprender a confiar en el compañero, a solventar los contratiempos que surgen cuando trabajan varias personas juntas ... ¡En fin! Lo que viene siendo trabajar en grupo/en equipo. Y sí, ¡objetivo cumplido, aprendí! Eso sí, a base de ostias, que es como dicen que se aprende.

Para mí trabajar en grupo era lo peor por el hecho de tener que quedar: que si yo tengo inglés, que si yo este fin de semana me voy al pueblo, que si yo tengo optativa esta tarde, que si se me ha estropeado el ordenador, que si mi conexión a Internet no va, que si no tengo dinero para comprar la clave no sé cuántos, que si no me he leído la clave no sé cuantitos, que si cuando llego a casa a las 10 de la noche no me apetece bajarme nada de Aula Global... ¡En fin! Mil y una explicaciones, mil y una excusas. No sólo de las demás (los grupos de los que formé parte siempre fueron de chicas), sino, por supuestísimo, también mías. Del mismo modo, era duro y complicado el ponerse de acuerdo. Creo que las féminas es lo que tenemos, que nos gusta dar mil vueltas a las cosas y podemos discutir durante horas para: uno, no sacar ninguna conclusión; o dos, darnos cuenta de que estábamos hablando y defendiendo lo mismo...

Qué malos ratos pasaba en las prácticas cronometradas de Documentación (Documentación Informativa), creo que de segundo, pero ahora, cada vez que vienen a mi mente ideas sueltas de lo que se nos mandaba buscar... Es inevitable que sonría. Creo que en esa clase todos aprendimos una misma cosa: San Google no siempre nos saca de dudas.

Recuerdo trabajos absurdos, sobre todo en su forma, como aquel de Geografía (¿Geografía Humana y Descriptiva?) de 2º de carrera, en el que tras contabilizar todos los países que salían en un mismo periódico durante una semana (quizá más tiempo...), había que dibujar un mapa mundi, en papel milimetrado, proporcional a las veces que había sido mencionado cada país durante ese periodo de tiempo. Recordemos que nos encontrábamos en el curso 2004-2005, con una Guerra de Iraq más que viva en la prensa, ¿se imaginan su tamaño en nuestro mapa...? Fue con este trabajo con el que descubrí las Salas de trabajo de la biblioteca de Humanidades, unos zulos relegados en el sótano, a los que se entraba desde la Sala de Audiovisuales y cuya luz natural provenía de un ventanuco a ras del suelo de la calle y un tubo color plata-aislante (¿calefacción, desagüe...?) coronaba una de sus paredes.

Pero también recuerdo otros trabajos con mucho cariño. Como aquel de Historia (¿Historia Contemporánea de España?) de primero en el que teníamos que trasladarnos, libremente, a otra época y escribir como si fuéramos periodistas en ella. El tema que elegimos en mi grupo fue el de los Atentados de Atocha de 1977. Me encantaron las tardes que pasé en la Biblioteca Nacional, en su hemeroteca, documentándome sobre el tema y paseando por sus pasillos con la pegatina de Visitante. O como aquel trabajo de Política y Comunicación una asignatura de libre elección que cursé en primero (¡que ya podía ser obligatoria!) que se centraba en los corresponsales de guerra en Iraq y en el que entrevistamos en Torre España a José Antonio Guardiola, corresponsal de TVE en el conflicto, y que se comportó con nosotras más que bien, más que educado y más que correcto. Y es que, que tu primera entrevista sea a un corresponsal guerra y la realices en la sala de reuniones de los informativos de TVE1, pues a una le sube la autoestima. Y más aún con la naturalidad con la que se nos trató. También contactamos vía mail, no sé muy bien cómo, con la que fue corresponsal de guerra en Iraq de ABC, Mercedes Gallego. Con Jon Sistiaga, por entonces en la plantilla de Tel 5, lo intentamos, pero creo que nunca tuvimos respuesta...

Y es cierto que si pienso en los trabajos y prácticas de la Carlos III mis recuerdos aparecen casi todos grises. Pero en realidad, ¡no todos fueron así!

Foto: AECC

lunes, 19 de octubre de 2009

Empezamos la semana carlostercerística


Paseaba por los stands de Aula, en su edición de 2003, cuando se despejaron mis dudas sobre qué carrera estudiaría. Sí, fue así, de inmediato, tras un paseo por un pabellón de IFEMA lleno de azafatas intentando que estudiaras en la universidad que representaban. Tras un 2º de bachillerato con la cabeza llena de dudas sobre mi futuro académico, y supuestamente profesional, volví a mis orígenes: quería ser periodista y estudiaría periodismo (¿Fui una ilusa...? ¿Sigo siendo una ilusa...?). Lo que no recuerdo con tanta claridad es la elección de la universidad. Supongo que ese año los becarios contratados para tal feria me convencieron rápido o que, visto objetivamente, la Universidad Carlos III de Madrid es una de las universidad públicas que mas buena pinta tienen, entre otras cosas por sus clases reducidas (o más reducidas que en la mayor parte de las públicas) y su gran oferta de recursos para uso y aprovechamiento del alumnado (esto también merece un paréntesis, pero quizá lo aclare más tarde o durante esta semana). Y claro, a una así, se la camela. Más tarde descubriría que su eslogan, algo así como 'La pública, la diferencia', era más que cierto, ¡y en prácticamente todos los ámbitos! No todos de forma positiva.

Así que tras aprobar la selectividad (mi nota no me dio para hacer la Conjunta: Periodismo y Comunicación Audiovisual) y hacer la preinscripción, mi orden de preferencia, en cuanto a centros universitarios se refiere, empezaba con la Carlos III, en su campus de Getafe (la separación, siempre tan polémica, de Ciencias y Letras está aquí muy presente y es sinónimo de: Leganés y Getafe, respectivamente; Colmenarejo no entra dentro de este distintivo... ¡que para eso está muy lejos!).

Tras un verano de papeleos desde la lejanía y cabreos de mis padres por la desesperación, más que comprensible, de tener que hacer mi matrícula porque durante el periodo de plazos estás disfrutando de una beca en Inglaterra, llegó septiembre y mi primer pie puesto en tal universidad. Fue el dia de La Presentación, en la que el decano de nuestra carrera ya se encargó de nuestras perspectivas se esfumaran en un momento. Lo único que medio-recuerdo fue algo así como que no pensáramos hacer programas de radio ni periódicos universitarios, porque de éso no había... No sé, a mí me sorprendió. No por la influencia de esas series americanas de institutos y universidades en donde los protas colaboran en la radio del centro educativo o escriben artículos revindicativos en la revista, sino porque tanto bombo y tanto platillo con las prácticas y los recursos en manos del alumnado y ahora nos dicen que lo que aprendamos no lo podremos aplicar, ni aprovechar, de forma interna. ¡Pues vaya! Y ahí se quedó la cosa y así fue como la cosa pasó.

Las asignaturas del primer año... Una mirada al colegio. Que si Lengua Española I, la lengua de toda la vida; que si Literatura Contemporánea, literatura; que si Historia de España, más aprendí en años anteriores... En concreto de estas tres asignaturas, lo primero que se me viene a la cabeza (no quiere decir que lo haya aprendido, simplemente es lo primero que recuerdo) es:
  • Lengua Española I: cómo escribir las bibliografías, distinguiendo libros, enciclopedias o páginas web.
  • Historia de España: que a partir de un libro sobre la historia del Real Madrid, (sí, el equipo de Florentino), se entiende la historia de España.
  • Literatura contemporánea (¿o era Movimientos Literarios Contemporáneos...?): cómo limitar los movimientos de un profesor por usar un micrófono enganchado a un altavoz por tener un tono de voz sin decibelio alguno o cómo leer Trilce en el tren desde Atocha a Getafe, es decir en 20 minutos y sin entender nada. He de reconocer que si no fuera por esta clase no habría leído libros que me gustaron mucho y que no hubiera conocido a autores que aún rondan en mi cabezota.

Y así acaba este mi primer post participativo en la Semana de Yo sobreviví a la Carlos III. Un post que no tiene una continuidad argumentativa ejemplar, de hecho yo diría que no tiene continuidad, así como tampoco una conclusión. Simplemente un montón de ideas y de recuerdos de una sobreviviente.

Foto: chicos.net

Semana temática: Yo sobreviví a la Carlos III


He aquí la lista de los blogs que participaremos en esta Semana Temática a la que hemos dado el nombre de Yo sobreviví a la Carlos III, o UC3M, como prefieran:
Evento que pretende acoger los buenos recuerdos, y los malos, las experiencias y anécdotas de las participantes (¿o debería ser 'participantas'?) durante sus años universitarios en la Carlos III.

Aunque sólo autora de uno de los blogs participantes, les invito a que pasen y lean


Foto: Logo realizado para el evento por Laura

jueves, 15 de octubre de 2009

Blog Action Day'09: mi granito de arena


Hace unos días, una amiga, y blogger, me mandó una invitación a Facebook para formar parte del grupo Blog Action Day'09 en Español y participar en esta iniciativa. El tema/problema de este año: el cambio climático. Y aquí va mi granito de arena: el reciclaje.

Contenedor azul: papel. Contenedor verde: vidrio. Contenedor amarillo: envases de plástico, metal y briks. Contenedor naranja: residuos orgánicos. Para todo lo demás, el Punto Limpio, que para esto no vale la MasterCard. Los colores de los contenedores, y lo que en cada uno hay que tirar, es una de las cosas que mejor aprendidas tengo. Y es que esto de reciclar es otra de mis grandes manías, bien lo saben mis amigas y compañeras. Y es que en la oficina no superviso la basura por vergüenza, pero yo, que me siento al lado de la papelera del papel (para tirar en el contenedor azul) y la del plástico ( para tirar en el contenedor amarillo), pongo la voz en grito en cuanto alguien tira un desperdicio a donde no se debe tirar; algo que ocurre con frecuencia.

En casa, en Madrid, cuando me instalé hace ya seis años, lo primero que hice fue establecer cuatro zonas de basura en la cocina:
  1. Zona cubo: vamos, el cubo de toda la vida, para tirar la materia orgánica (contenedor naranja)
  2. Zona envases: bolsa de plástico arrinconada en la cocina para los envases de plástico, metal y briks (contenedor amarillo)
  3. Zona papel: bolsa de papel, colocada al lado de la bolsa de plástico, para los desperdicios de papel y cartón (contenedor azul)
  4. Zona vidrio: rincón encima de la lavadora, para todos los frascos, botes, botellas y botellines que vamos acumulando.
Más tarde, añadimos una quinta zona residual en nuestra cocina: la del aceite, en donde tiramos el aceite usado y requeteusado en una botella de plástico.

En la casa del pueblo me costó un poco más hacer esta gran división de basuras. Desde siempre, en casa se había reciclado el papel y el vidrio, incluso cuando no había contenedores verdes ni azules en el pueblo e íbamos al de al lado, más grande, con el maletero lleno de periódicos y con la banda sonora de los botes de cristal chocando entre ellos. Pero lo del contenedor amarillo, ¡era otra historia! Desinformación, falta de costumbre y pereza hacían que su uso no fuera tan atractivo. Grata sorpresa me llevé cuando un fin de semana descubrí que mis padres también tenían su 'Zona envases'.

'¿Reciclar, para qué? Si luego lo juntan todo', me argumentan muchos de mis amigos cuando sale este tema. Pues mira, yo no sé si los camiones de la basura (sean del color que sean) se deshacen de su mierda en un mismo montón, mezclándose todos los colores tras una exhaustiva tarea tuya de separación, ¡espero que no! Pero a mí no me cuesta nada, ¡nada!, separar mis desperdicios. No me cuesta nada tener cuatro basuras diferentes, y no, no tengo una cocina especialmente grande. No me cuesta nada pararme a pensar en qué contenedor se tira ésto y en cuál lo otro. No me cuesta nada tener que abrir cuatro contenedores diferentes.Y es que, ¡no me cuesta nada reciclar y me gusta reciclar! Es simplemente concienciarse para que al tiempo pase a ser una costumbre, una buena cosumbre, una rutina, una buena rutina.

Creo que actos tan simples y sencillos, como separar la basura y tirarla en el contenedor adecuado, son una manera de ayudar y de contribuir en, y para, el cuidado del medioambiente y, en extensión, a reducir y paliar el cambio climático. Pequeños detalles pueden tener consecuencias importantes y positivas. Pero claro, ¡no vale con que lo hagan sólo unos pocos!

Ahí lo dejo...

jueves, 8 de octubre de 2009

Una manía


Reconozco que tengo unas cuantas manías, o sufro unas cuantas manías, según como se mire. Por descontado queda que quienes me rodean también las sufren, ni qué decir tiene que, sin duda, más que yo.

Una de esas manías es la de organizar las fotos en el ordenador antes de guardarlas en CDs. El primer paso es descargar las fotos en la carpeta 'Fotos'. Pero no en la carpeta de 'Mis imágenes' que trae ya predeterminada el ordenador, ¡faltaría más que Bill Gates también me diera directrices sobre cómo organizar las carpetillas de mi ordenador personal! Ya condiciona demasiado mi vida como para hacerle caso también en ésto; que crear una carpeta en Windows sé hacerlo yo solita.

Una vez descargadas las fotos las organizo, ordeno y nombro minuciosamente por temas/situaciones, en diferentes carpetas, ¡por supuesto!. Que si fin de semana en no sé dónde y de no sé qué mes, que si chuletada de no sé que día con los amigos de no sé donde, que si cumpleaños de no sé quién, que si huerta del Padre floreciendo no sé qué día de primavera... Temas/situaciones tan diferentes, como iguales, que va plasmando mi Olympus.


Además, cada carpeta lleva su fecha, ¡no vaya a ser qué no me acuerde de cuándo tomé la instantánea de ese tomate enrojeciendo!. Y si cada carpeta va fechada, no va a ser menos cada foto. Así que acompaño a cada una de ellas con un cuándo, pero también con un dónde y con un quiénes en ella salen. Gran problema me surge cuando las fotos son de grupo... Al que se suma otro, ya que por todos es sabido que los carretes de las cámaras digitales no se gastan tan fácilmente como los de las cámaras analógicas, así que mi paciencia se pone a prueba cada vez que realizo tal tarea.


En realidad esta manía de tener controladas las fotos no viene de ahora. Cuando aún no existían las cámaras digitales, yo me encargaba de poner en el reverso de las fotos familiares esto mismo. Al principio como obediencia a una orden de mi madre, pero más tarde lo hacía por gusto y con gusto. Porque de siempre me ha gustado, cuando he encontrado alguna foto por casa, saber cuándo fue hecha con solo darle la vuelta.


Numerarlas, nombrarlas, fecharlas, ordenarlas... Y es que aunque pesado y metódico, me gusta eso de organizar mis fotos. No por la calidad artística de las imágenes, que no la tienen, sino porque al fin y al cabo son mis momentos y mis recuerdos. Simplemente, mis recuerdos organizados a partir de una costumbre que se ha convertido en manía.

Foto 1: Amapolas. Fuentepiñel. 30 de mayo de 2009.
Foto 2: Aperos hortelanos para hacer la peña. Cabezuela. 4 de septiembre de 2009.
Foto 3: María, Miguel y Ana. Fuentepiñel. 31 de mayo de 2009.
Foto 4: Una puerta de la Alhambra. Granada. 17 de septiembre de 2009.

domingo, 4 de octubre de 2009

Trabajando desde mi patio


El sábado fue la primera vez que mi portátil vino a mi casa, la del pueblo, la de mis padres. Así que, como estaba sola por compromisos varios de mis progenitores, lo primero que hice tras entrar en casa fue abrir el maletín del ordenador, sacarlo y encenderlo, para comprobar si el interné funcionaba. Y sí, las zonas rurales también están enredadas, ¡con wifi y todo! Aunque las conexiones dejan mucho que desear y los días de desconexión abundan.

¡Joé!, que sí que funciona, me dije; y más rápido de lo normal, pensé. Y no es que me encante estar enganchada al ordenador y a Internet, lo que pasa es que necesitaba saber si podría trabajar desde casa; lo cual tampoco era necesario. Y eso que a mí pronto se me llenan los ojos de megapíxeles así como, bien es sabido, no suelo coger un ordenador los fines de semana que estoy en el pueblo. Pero no sé por qué, el sábado me apetecía hacerlo. Sí, desde el patio, sentadita en una tumbona.

Así que por la tarde, tras una comida más que agradable con una amiga opositora, me busqué un rinconcito en el patio, evitando las sombras y reflejos en la pantalla y allí, tranquilamente, disfruté tecleando, trabajando. Y sí, digo bien, ¡disfruté trabajando!

** Por cierto, esta foto que he encontrado me ha encantado. Imagínense a un agricultor cualquiera actualizando su Facebook apoyado en la alpaca; informándose de la subida o bajada de la Bolsa; haciendo una videoconferencia con su amigo el de Houston o simplemente divisando sus tierras desde Google Earth.

¡Ah! Mi patio no tiene alpacas, aunque sí lilos, geranios y hierba buena.

Foto: WirelessInternet Reviews

jueves, 1 de octubre de 2009

Hace seis años...


El 29 de septiembre de 2003 fue mi primer día de universidad. Ya hace seis años. ¡Joder, cómo pasa el tiempo!

Era lunes, me acuerdo. El día de antes, domingo, mis padres y los de mi amiga, y que ahora iba a ser también mi compañera de piso, nos llevaron a Madrid con gran parte de nuestras cosas, pertenencias y trastos. Comenzábamos nuestra vida de universitarias con una comida en un restaurante, como si de una gran celebración se tratase, y continuamos con un paseo a nuestras anchas por La Castellana; ya que ese día se celebraba la última etapa de la Vuelta Ciclista a España y gran parte de esta arteria de la capital estaba cerrada al tráfico.

El primer día de universidad no era día de clase, como es de suponer, sino de presentación: la Presentación. Recuerdo que a la entrada del Edificio 14 nos íbamos agolpando los que acabaríamos siendo, cuatro años después, la promoción Kapuncinsky; seguramente con nosotros también estarían media clase de la conjunta, pero de éso no me acuerdo (lo siento Laura).

Ese día conocí a Blanca, ¡qué casualidad! Vivíamos en el mismo barrio, casi en la misma calle. Prácticamente inseparables desde ese momento, Blanca y yo fuimos conociendo al resto de las personas con las que pasaríamos nuestros cuatro años universitarios.

Y sí, justo seis años después, el 29 de septiembre de 2009,¡vamos, antes de ayer!, me encontraba de nuevo delante de la universidad. Esta vez, para tomar una rica Coca Cola y unas raciones con cuatro de las personas que hace seis años conocí en ese mismo lugares y con las que he vivido interesantes experiencias, ¡hasta la de montar una empresa! ¿La elección de la fecha?, de nuevo casualidad. Ninguna de ellas se acordaba de que hacía seis años habíamos empezado, oficialmente, nuestra andadura universitaria.

Foto: detalle de una escultura de la Universidad Carlos III de Madrid, campus de Getafe. Español sin fronteras