lunes, 21 de junio de 2010

Como una montaña rusa


Las semanas suelen presentarse como una montaña. Los primeros días has de ascender la pendiente que bajarás en los últimos. Según se dibuje el fin de semana, este se asemejará a una llanura, a un valle o a una cuesta abajo aún mayor.

Algunas semanas se perfilan más escarpadas. Algunas incluso se parecen a una montaña rusa, llenas de ascensos y de descensos; de metas por alcanzar, de objetivos marcados, de logros por conseguir... En estas semanas el vértigo está muy presente

Antes o después, para bien o para mal, los desniveles acaban convirtiéndose en llanuras, que es a donde nos llevan las cuestas, al llano.

Las pendientes que se nos presentan nos hacen crecer, nos hacen fuertes y pacientes. Las etapas que pasamos en una semana son pequeñas muestras temporales de que todo pasa. Estas se hacen más difíciles o más llevaderas según con quien las compartas. Las sonrisas, los apoyos y las llamadas son de gran ayuda en nuestros ascensos y descensos cotidianos.

Cuando una semana-montaña rusa acaba se agradece, y aunque extraño, también puede echarse de menos.

Foto: montaña rusa de Tokyo. Roberto Marquino

jueves, 10 de junio de 2010

De Feria


- María, qué rara te veo de rosa.- Me dijo Irene mientras me recolocaban la antena
parabólica
.
- ¿Sólo por el rosa?- Le contesté mirándome de arriba abajo.

Y ahí estaba yo, enfundada en un traje de gitana, ¡ceñido!, rosa con lunares marrones, enorme pendientes, volantes en el bajo, alguna talla más de pecho, alza en los zapatos, maquillaje y una flor plantada encima de la cabeza.

Cuándo decidí ir este año a la Feria de Córdoba, Blanca me preguntó a modo de aviso:
- ¿Sabes que tendrás que vestirte de gitana...?
- Voy dispuesta a todo-, contesté sonriente.

Al salir de Madrid, en el maletero del coche de nuestro anfitrión, encima del equipaje, ya había colocados dos vestidos de volantes. Y es que mis compañeras de baile algo de andaluzas tienen: una de sangre y otra de adopción. Mi vestido, por supuesto prestado y aún por determinar, me esperaba en la ciudad de la mezquita. En mi mochila sólo había unas alpargatas de esparto como parte de la indumentaria para la feria. Al final no cumplieron su misión, aunque son bien cómodas y fresquitas para estar por casa.

Llegamos a Córdoba tras la obligada parada en Despeñaperros con foto en el mirador. Nada más cruzar el umbral de la puerta de Los González me sentí como en casa. Después de comer llegó el momento de vestirnos; aunque antes tendría que probarme algunos vestidos de las Hermanas González (a las cuales agradezco, y mucho, su amabilidad). El azul no me vale. El clarito dicen que me queda muy suelto. El rosa parece el más adecuado, ¡eso sí!, con algunos arreglos. Nada que no puedan hacer unas manos expertas a la máquina de coser, las de nuestra anfitriona, y tres sujetadores...

Vestidos por aquí, zapatos cómodos por allá, que si una un moño, que si otra el pelo suelto, la de más allá una coleta, cosidos de última hora, cierres de atadillo, volantes, pendientes largos y, para terminar, un poco de colorete. ¡Ah! Y nos queda la flor (o la parabólica). Ayuda, consejos y sugerencias no faltaban por parte de una experta, nuestra anfitriona. Mientras, el hijo, nuestro anfitrión, ya se estaba ganando el cielo (aunque fuera en la terraza de una cafetería), y eso que no llevábamos allí ni medio día.

Por cierto, ¡qué descubrimiento el rebujito y el pale cream!

Foto: Yo, M. San Felipe. Blanca

*No puedo terminar este post sin agradecer el buen acogimiento que nos dieron Los González y el entorno cordobés de nuestro anfitrión
**Elena, por fin ha llegado el post...

***Blanca, espero que te haga ilusión la foto publicada ;-)