viernes, 30 de septiembre de 2011

¡Que estrés de móvil!


La necesidad, real o creada (más bien una mezcla de ambas), hizo que llegara a mis manos, y no por casualidad, un móvil de esos que llaman de última generación. A mí me hubiera gustado que fuera un iPhone, pero me tuve que conformar con uno de tecnología Android (¿se dice así...?).

Como De 8 a 8 y media acababa de cambiar su antiguo teléfono por uno parecido al mío, pronto me explicó (¡y menos mal!) como funcionaba, qué aplicaciones tenía, ¡y debía!, descargarme y cómo darle una gran utilidad a mi nuevo aparato. Así que en seguida vinculé mis cuentas de correo electrónico a mi moderno móvil, me bajé el imprescindible guasap y demás aplicaciones varias para hacer que mi vida fuera más fácil con mi cacharro nuevo. ¡Ja! Lo que pasó entonces fue que mi móvil no paró de sonar, ¡nunca! Sobre todo por la llegada de correos electrónicos a mis, varios, buzones de entrada. Al principio cada mensaje y/o notificación tenía un mismo tono, más tarde lo modifiqué y cada mensaje y/o notificación sonaba de una manera diferente, llegando a identificar cada uno de los sonidos: un prim, un correo electrónico; un priim, un mensaje de guasap; un priiim, un sms.

¡Aaaaaaahhhhhh! ¡Qué estrés de móvil!

¡Qué sinvivir! Aguanté tres meses con los e-mails sonoros. ¡Adiós sonidos! ¡No os quiero! ¿¡Para qué quiero/necesito saber a las tres de la mañana que mi proveedor de material de oficina me regala un robot de cocina si le compro un millón de folios y llevo a su empresa a tres amigos?

Por supuesto los mensajes me siguen llegando, pero ya no suenan. Mi móvil ha dejado de ser tan estresante.

Foto: Tecnoideas