lunes, 29 de abril de 2013

En Invernalia


El hombre del tiempo llevaba informándonos una semana. Los sabios pastores de la zona predecían una gran nevada para finales de abril. Los fríos vientos del fin de semana no dejaban lugar a dudas, incluso muchos recuerdan importantes nevadas bien entrado el mes de mayo. Y, ¡así nos hemos levantado esta mañana en buena parte del Sistema Central!, cuan Invernalia. Y sigue nevando...

Foto: M. San Felipe, dispositivo móvil

viernes, 26 de abril de 2013

Hacer la cama

Hacer la cama, ese acto mañanero que consiste en estirar y colocar las sábanas, mantas, colchas, edredones o nórdicos que la visten para deshacerla de nuevo cuando volvemos a usarla, cuando nos volvemos a acostarnos en ella. 

En principio hacer la cama parece algo sencillo: primero estiramos la sábana bajera sobre la cual extendemos la que nos cubre al dormir, encima ponemos las mantas y terminamos con la colcha o el edredón, colocando en la parte superior de la cama la almohada. Mucho más sencillo si usamos un nórdico, sólo tendremos que extender la sábana bajera, el propio edredón y colocar la almohada. 

Para muchos aquí termina la historia de hacer la cama, pero para otros muchos no parece que sea tan sencillo, hacer la cama acaba siendo una fórmula llena de preferencias, costumbres y/o manías. Yo desmonto la cama entera antes de hacerla, dicen algunos; pues a mí me gusta que las sábanas y mantas estén perfectamente estiradas, explican otros; ¡que no se te olvide meter todo debajo del colchón!, recuerdan algunos a otros cuando les hacen su cama. Pues yo no puedo dormir si las mantas no me tapan hasta la nariz, algunos reconocen; a mí me gusta doblar la sábana sobre las mantas dejando un hueco para colocar la almohada, especifican otros; a mí me gusta que la colcha cuelgue, pues a mí no, difieren algunos. Pues a mí no me pasan esas cosas, uso nórdico, sentencian muchos. 

Sin restar cordialidad y amabilidad al comentario, cuántas veces no hemos oído eso de: no te preocupes, la cama ya la hago yo, sin reconocer el que lo dice que lo que prefiere es hacerla a su gusto. Pero es que quizá la forma de hacer la cama sea una de las manías más comprensibles, al fin y al cabo nos pasamos en ella casi un tercio del día.


miércoles, 17 de abril de 2013

Escombros



Que si unos cascotes de yeso, unos ladrillos rotos, alguna que otra tabla con puntas oxidadas, piedras de cemento, trozos puntiagudos de azulejos y algún que otro pedazo de loza de un retrete, lavabo o bidé son muy habituales en cualquier rincón no construido de nuestros pueblos y ciudades, y lo que es peor, ¡también de nuestro campo! No entiendo esa manía, y esa escasa sensibilidad ambiental, que parecen tener algunas personas de tirar los desechos de su casa a cualquier lugar, y es que que no hay descampado que se precie si no tiene su montoncito de escombros, cuando no estamos hablando de una lavadora en medio del pinar, un frigorífico en cualquier cuneta o una televisión aguantando el tipo en el cauce de un arroyo.

Por favor, seamos más cuidadosos con nuestro entorno. Educación y concienciación con y para el medio ambiente. No más descampados y campos usados como cementerios de escombros y electrodomésticos.

Foto: Ideal.es

jueves, 11 de abril de 2013

Mis primeras carreras: Viña del Ajo y Media Maratón de Segovia

Corriendo en la V Viña del Ajo, Muñoveros (Segovia)
Después de dos años corriendo sola, y sin objetivo a la vista, a una le entraron ganas de compartir y medir sus fatigas con un pelotón, y es que hasta ahora sólo había corrido con gente durante los 5 kilómetros en los que hice de liebre al final de la maratón de Barcelona de 2011 para el Tío Matt. Cierto es que pensaba hacer mi primera carrera el año pasado pero con un golpe tonto, de esos en los que una puerta se pone en medio de tu camino cuando vas andando descalza, me rompí el dedo meñique del pie derecho y la intención se retrasó un año, y no precisamente porque el dedo tardara tanto en curarse. Así que doce meses más tarde debutaría en la edición posterior de la Viña del Ajo, en Muñoveros, carrera popular englobada en el circuito Carreras Pedestres de Segovia.

El pleno invierno y en plena meseta castellana el 24 de febrero no defraudó, se levantó frío y aún con algo de nieve del día anterior. Durante la marcha el sol nos acompañó lo que ayudó, junto con el paso de los corredores, a que hielo y la nieve del camino se deshicieran y muchas partes se convirtieran en lodazales. No me importó, estaba contenta, ilusionada. Enfundada en mallas y camiseta térmica, un cortavientos, una braga al cuello y otra a modo de diadema para taparme las orejas mis deportivas se pusieron en marcha junto a casi trescientas personas más. Al empezar, escuché con entusiasmo el golpear de la goma de las casi seiscientas zapatillas al avanzar en los primeros metros de asfalto de la carretera, veía cómo una culebra de colores se iba estirando a medida que nos adentrábamos en el campo. A mí lado el Tío Matt, quien en esta ocasión se convertiría en mi liebre. Catorce kilómetros después, tras cruzar arboledas embarradas, subir cuestas entre pinares, llanear (subir y bajar) entre tierras de cereales y girasoles aún sin asomar, ver pasar a los primeros cuando aún me quedaba la mitad del recorrido, notar el frío invernal en la cara y disfrutar de las vistas del llano castellano, ¡llegué a la meta! Objetivo cumplido, Viña del Ajo superada, ¿cuándo sería la siguiente?

La Media Maratón de Segovia se celebraba tres semanas después, el 17 de marzo,  pensé que podía ser una buena ocasión para probarme en una carrera de más kilómetros, con la confianza de estar en una ciudad conocida pudiendo parar sabiendo dónde estás, ya que mi intención no era terminarla. Otros planes solaparon mi idea así que no me inscribí, pero a última hora se cayeron así que la noche de antes de la carrera me animaron y convencieron para que el domingo por la mañana me fuera a recorrer las calles de Segovia, poca insistencia hizo falta. El día se levantó lluvioso, muy lluvioso, con un cielo plomizo que dice claramente que no va a parar de llover por más que le mires y le supliques. En ningún momento me planteé no correr, cuanto más se acercaba el momento de empezar más me convencía a mí misma con ese talante de intentar buscar el lado positivo de no tener trabajo: ahora me puedo permitir el lujo de coger un buen constipado, me decía.

Corriendo la VII Media Maraton de Segovia

La salida era un enorme charco en donde corredores de todas las edades nos hacinábamos buscando un trozo de adoquinado seco. Mis pies se mojaron por completo antes de recorrer el primer kilómetro, al menos mi chubasquero de Gore-Tex parecía funcionar bien, lo que no sabía era cuánto aguantaría por si se hubiera dañado en mi aventura en el Kilimajaro [historia que ya os contaré en Mi viaje a Tanzania]. La temperatura no era mala, lo que contrarrestaba el incordio de la lluvia. Admiraba a esos participantes osados  que corrían en pantalón corto y camiseta de tirantes, debajo de mi capucha impermeable yo me decía: quizá en otra... Esta vez mi objetivo era 'hasta que aguante', que por las condiciones de la carrera imaginaba que sería la media de la media, los 11 kilómetros que tardaríamos en volver al acueducto tras subir una cuesta de 2 kilómetros, como les dije a los fuentepiñelanos que me encontré en los jardines de La Fuencisla cuando, tras reconocerles por las camisetas que llevaban, me invitaron a seguir su ritmo. En realidad esperaba aguantar un poco más, cruzar el acueducto y poder callejear por el casco antiguo de la ciudad que tanto me gusta. ¡Lo conseguí! Y es que, qué gran sorpresa me esperaba bajo los arcos de granito, una de mis mejores amigas estaba esperando a verme pasar aguantando la lluvia para animarme, largo rato llevaba allí pues su novio-corredor había pasado bastante antes. Poco después me esperaban mis incondicionales animadores, mi chico y un amigo, quienes chubasquero y paraguas en mano fueron recorriendo media ciudad para irme animando.

Ya me habían avisado: dura, la Media de Segovia es muy dura, me habían dicho. Ni que no conociera la ciudad y sus cuestas, pensaba yo. Además, que no la voy a correr entera, sólo lo que aguante, les decía y me repetía a mí misa. Y la aguanté, ¡entera!, eso sí, agotando el límite de tiempo de la organización. La acabé y, por supuesto, también la sufrí!

Dura, la Media Maratón de Segovia es dura, pero ¡ojalá al año que viene pueda ratificar esta afirmación!


Foto 1: Organización de la Viña del Ajo
Foto 2: Sam