viernes, 9 de noviembre de 2012

Sucios desahucios


Esta mañana Amaya Egaña se ha matado al arrojarse por la ventana cuando iban a desahuciarla de su casa en Barakaldo. Al oír la noticia se me ha puesto la carne de gallina, se me ha encogido el estómago  e, irremediablemente, me he acordado del vecino de Burjassot (Valencia) que hace dos semanas se tiró por el balcón antes de que le desahuciaran; también del granadino José Domingo, quien decidió esperar ahorcado a quienes iban quitarle su casa.

En España hasta hace pocos años, ésos en los que creíamos que éramos ricos, las entidades bancarias daban préstamos a porrillo a las familias para que se compraran una casa en esos bloques de pisos o en esas calles llenas de chalés que florecían por doquier. En muchos casos sin tener muy en cuenta la situación económica que sustentaban quienes eran avalados. Estos préstamos y estas compras iban engordando el precio de las viviendas y la denominada Burbuja Inmobiliaria.

Pero vaya, la burbuja se ha roto y muchas de esas familias a las que se las concedió un préstamo para comprar una casa ahora no pueden pagarla y, si no pagan, el banco les quita su casa. Pero, ¿a qué precio?, y ,¿de qué modo? ¿En qué situación se quedan esas familias? Y, ¿qué hacen los poderes públicos para garantizar el artículo 47 de la Consitución que dicta que:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Claro que los contratos llevan letra pequeña.
Claro que las bancos no obligaron a las familias a firmar sus hipotecas.
Claro que los avalistas sabían que si el avalado no cumple tienen que pagar ellos.
Claro que no se supo ver la grave situación en la que nos encontramos. Pero, los bancos nunca pierden y, no olvidemos que, la vivienda es un derecho fundamental

Resulta que en nuestro país la ley que regula los deshaucios tiene más de 100 años, ¡es de 1909! Resulta que desde la Unión Europea acaban de denunciar que esta ley es contraria a la normativa comunitaria porque no garantiza la protección eficaz de los consumidores frente a las cláusulas abusivas de los contratos hipotecarios.
Resulta que esta semana los grupos parlamentarios mayoritarios han decidido reunirse para llegar a un acuerdo para endurecer los desahucios.
Resulta que a las familias les quitan la casa pero tienen que seguir pagando la deuda.
Resulta que los jueces se han posicionado en contra de los desalojos.
Resulta que hace un año en España había más de 3.417.064 viviendas vacías, el 13,2% del total de casas de nuestro país.

Desgraciadamente ni Amaya Egaña ni José Miguel Domingo soportaron la presión que ejercía sobre ellos y sus familias su deuda bancaria.
Desgraciadamente muchos españoles seguirán sufriendo sucios desahucios.
Desgraciadamente poderoso caballero sin escrúpulos es Don Dinero. 
Afortunadamente existen organizaciones que ofrecen ayuda a los afectados, como los son Stop Desahucios o Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

Mientras tanto, ¿qué hacemos con los millones de casas vacías que hay por todo lo ancho y largo de la geografía de nuestro país? ¿Cuándo ganaremos las personas y no sólo los bancos?

Foto: Press.tucasa.com

3 comentarios:

Irene dijo...

Yo tengo la esperanza de que la reciente decisión de la Unión Europea suponga un cambio en España. Por desgracia, creo que tardará...

Mr Blogger dijo...

Está claro que para los políticos es más lucrativo cambiar leyes que están bien pero no comulgan con sus creencias antes de cambiar leyes que están mal y resultan malas para la población. Los políticos no piensan en el pueblo, sino en si mismos. Incluso me atrevería a decir que amiguismos aparte, ni siquiera en sus propios votantes salvo que sea algo electoralmente rentable.

M. San Felipe dijo...

Y semanas después, se deja ver que las voluntades siempre parecen mejores que la puesta en práctica. Los ciudadanos seguimos a la cola.