Hacer la cama, ese acto mañanero que consiste en estirar y colocar las sábanas, mantas, colchas, edredones o nórdicos que la visten para deshacerla de nuevo cuando volvemos a usarla, cuando nos volvemos a acostarnos en ella.
En principio hacer la cama parece algo sencillo: primero estiramos la sábana bajera sobre la cual extendemos la que nos cubre al dormir, encima ponemos las mantas y terminamos con la colcha o el edredón, colocando en la parte superior de la cama la almohada. Mucho más sencillo si usamos un nórdico, sólo tendremos que extender la sábana bajera, el propio edredón y colocar la almohada.
Para muchos aquí termina la historia de hacer la cama, pero para otros muchos no parece que sea tan sencillo, hacer la cama acaba siendo una fórmula llena de preferencias, costumbres y/o manías. Yo desmonto la cama entera antes de hacerla, dicen algunos; pues a mí me gusta que las sábanas y mantas estén perfectamente estiradas, explican otros; ¡que no se te olvide meter todo debajo del colchón!, recuerdan algunos a otros cuando les hacen su cama. Pues yo no puedo dormir si las mantas no me tapan hasta la nariz, algunos reconocen; a mí me gusta doblar la sábana sobre las mantas dejando un hueco para colocar la almohada, especifican otros; a mí me gusta que la colcha cuelgue, pues a mí no, difieren algunos. Pues a mí no me pasan esas cosas, uso nórdico, sentencian muchos.
Sin restar cordialidad y amabilidad al comentario, cuántas veces no hemos oído eso de: no te preocupes, la cama ya la hago yo, sin reconocer el que lo dice que lo que prefiere es hacerla a su gusto. Pero es que quizá la forma de hacer la cama sea una de las manías más comprensibles, al fin y al cabo nos pasamos en ella casi un tercio del día.
Foto: eHow en Español
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