Hay días que prevés de lo más tranquilos y acaban siendo de lo más movidos, pero no por ello desagradables.
De repente, una llamada de teléfono interrumpe la calma de la rutina y tus músculuos, que parecían aletargados, se ponen en marcha sin rechistar, incluso agradecidos, como si hubieran estado esperando ese telefonazo. Sin tiempo para pensar, dejas todo lo que estabas haciendo y te diriges a responder en persona a quien te ha llamado.
La calma se ha roto, peo no ha pasado nada malo, simplemente, ¡cambio de planes! Tus músculos van más rápido que tu cerebro y, cuando quieres darte cuenta, te han llevado hasta el destino marcado.
Después de las presentaciones, quien te ha llamado te cuenta, te explica, te responde, te vende e, incluso, te hipnotiza. Pero cuando termina, a ti, no te queda otra opción que mirar hacia otro lado.
Como estás allí, y la calma ya se ha roto, decides aprovechar el momento y el lugar para continuar la búsqueda que, casi, inesperadamente has empezado.
La mañana es fría, pero el sol acompaña. Tus músculos responden con rapidez y tu cerebro, ahora, parece que también. Disfrutas de tu rastro, ¡todo es nuevo! Callejeas, apuntas, llamas, husmeas.
Sabes que posiblemente hoy no encuentres lo que buscas. Sabes que la calma ya está rota, y aunque algo de intranquilidad te nubla la vista, sabes que tu ilusión podrá con ella.
**Dedicado a Irene y Blanca, por ese paseo atípico por el centro de Madrid
4 comentarios:
A veces viene bien que la calma se rompa y cambiar de aires ;-) A ver si la próxima vez tenemos más suerte.
Gracias por la dedicatoria y por el paseo :-D
Qué bonito...
¿Qué leches os ha pasado?
Seguro que fue un bonito paseo, por lo menos esa es la sensación que da el relato.
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