lunes, 3 de diciembre de 2012

Dejé de fumar y empecé a correr


Dejé de fumar y empecé a correr. Era enero, me enfundé unas mallas, me puse unas deportivas viejas, me hice una coleta y salí por la puerta de casa dispuesta a calmar mi falta de nicotina a base de zancadas. Helaba y mi frío aliento rompía la negrura de la noche. Me costó llegar al cartel que señala la entrada al pueblo, me acuerdo de ese momento cada vez que paso por él.

Lo que empezó siendo una manera de apaciguar la ansiedad pronto se convirtió en una necesidad para mi cuerpo y mi mente. Enfundarme una mallas, atarme las deportivas y hacerme la coleta significa el preámbulo a una libertad que sólo siento cuando la brisa roza mi cara y mis piernas dan pasos más largos y rápidos de lo normal.

Poco a poco el asfalto y las aceras han dejado paso a los caminos de tierra y piedras, en donde mis deportivas y mis fuerzas se sienten más cómodas. Subo cuestas, atravieso prados, me cruzo con paseantes, huelo el campo y también el humo de los tubos de escape. Paso calor cuando hace frío, observo el horizonte como una meta y lejos cada vez es más cerca. El cansancio se hace gratificante y el esfuerzo fortalece.

Hace casi dos años dejé de fumar y empecé a correr. Qué cambio a mejor. Y no, no me aburre, ¡me gusta!

Foto: AllPosters

martes, 20 de noviembre de 2012

Así se mata a una pequeña empresa

 
Las empresas viven de la diferencia de sus gastos e ingresos. Los ingresos, en su mayoría, se obtienen de los pagos de los clientes pero... ¡Hay muchos tipos de pagos! Y este es uno de los mayores problemas de las pequeñas empresas, el tiempo que transcurre entre los pagos a los que tienen que hacer frente y los cobros que han de recibir de sus clientes, incidencia que se agrava si éstos son empresas, sobre todo de mayor tamaño. Por supuesto, también entran en este grupo instituciones, organizaciones o cualquier organismo con personalidad jurídica.

Y es que una pequeña empresa muere cuando sus clientes pagan a muy largo plazo, ¡mucho más de lo que la ley permite!, mientras ella debe hacer frente prácticamente a la totalidad de sus deudas al contado. Y no es que ella quiera retrasarse en los pagos de los salarios de sus trabajadores, si los tuviera, ni tampoco en el pago a sus proveedores ni en sus obligaciones impositivas pero la diferencia temporal en los pagos y cobros hace que las empresas más grandes, y las empresas más trepas, acaben matando a las pequeñas empresas.

Porque, ¿por qué su reducido tamaño juega en desventaja a la hora de cobrar las deudas que los demás tienen con ella? ¿Por qué sus clientes siguen acogiéndose al pago a 90 días, a pesar de que la Ley de Morosidad lo prohíbe, pagando aún muchos días incluso meses más tarde? ¿Por qué los clientes piden productos y/o servicios, apremian y exigen la entrega acortando plazos y a la hora de reclamarles el pago, aún meses después del trabajo entregado, se lamentan y excusan alegando un "ahora no puedo"?

Si quieres ahogar a una pequeña empresa demándala trabajo y no se lo pagues hasta pasado, por ejemplo, medio año. Ella mientras adelantará el IVA de tu factura no cobrada y que no sabe si cobrará, habrá tenido que pagar la luz de seis meses, el salario de seis meses, la seguridad social de seis meses, los seguros de seis meses, las facturas de sus proveedores de seis meses... Y así un sinfín de pagos sin haber recibido el reporte económico del servicio que te dio. ¿Fácil acabar con ella, no?

Y es que muchas empresas pequeñas no mueren porque no tengan trabajo, las matan los largos plazos de pago.

Foto: Ikea

viernes, 9 de noviembre de 2012

Sucios desahucios


Esta mañana Amaya Egaña se ha matado al arrojarse por la ventana cuando iban a desahuciarla de su casa en Barakaldo. Al oír la noticia se me ha puesto la carne de gallina, se me ha encogido el estómago  e, irremediablemente, me he acordado del vecino de Burjassot (Valencia) que hace dos semanas se tiró por el balcón antes de que le desahuciaran; también del granadino José Domingo, quien decidió esperar ahorcado a quienes iban quitarle su casa.

En España hasta hace pocos años, ésos en los que creíamos que éramos ricos, las entidades bancarias daban préstamos a porrillo a las familias para que se compraran una casa en esos bloques de pisos o en esas calles llenas de chalés que florecían por doquier. En muchos casos sin tener muy en cuenta la situación económica que sustentaban quienes eran avalados. Estos préstamos y estas compras iban engordando el precio de las viviendas y la denominada Burbuja Inmobiliaria.

Pero vaya, la burbuja se ha roto y muchas de esas familias a las que se las concedió un préstamo para comprar una casa ahora no pueden pagarla y, si no pagan, el banco les quita su casa. Pero, ¿a qué precio?, y ,¿de qué modo? ¿En qué situación se quedan esas familias? Y, ¿qué hacen los poderes públicos para garantizar el artículo 47 de la Consitución que dicta que:

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Claro que los contratos llevan letra pequeña.
Claro que las bancos no obligaron a las familias a firmar sus hipotecas.
Claro que los avalistas sabían que si el avalado no cumple tienen que pagar ellos.
Claro que no se supo ver la grave situación en la que nos encontramos. Pero, los bancos nunca pierden y, no olvidemos que, la vivienda es un derecho fundamental

Resulta que en nuestro país la ley que regula los deshaucios tiene más de 100 años, ¡es de 1909! Resulta que desde la Unión Europea acaban de denunciar que esta ley es contraria a la normativa comunitaria porque no garantiza la protección eficaz de los consumidores frente a las cláusulas abusivas de los contratos hipotecarios.
Resulta que esta semana los grupos parlamentarios mayoritarios han decidido reunirse para llegar a un acuerdo para endurecer los desahucios.
Resulta que a las familias les quitan la casa pero tienen que seguir pagando la deuda.
Resulta que los jueces se han posicionado en contra de los desalojos.
Resulta que hace un año en España había más de 3.417.064 viviendas vacías, el 13,2% del total de casas de nuestro país.

Desgraciadamente ni Amaya Egaña ni José Miguel Domingo soportaron la presión que ejercía sobre ellos y sus familias su deuda bancaria.
Desgraciadamente muchos españoles seguirán sufriendo sucios desahucios.
Desgraciadamente poderoso caballero sin escrúpulos es Don Dinero. 
Afortunadamente existen organizaciones que ofrecen ayuda a los afectados, como los son Stop Desahucios o Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

Mientras tanto, ¿qué hacemos con los millones de casas vacías que hay por todo lo ancho y largo de la geografía de nuestro país? ¿Cuándo ganaremos las personas y no sólo los bancos?

Foto: Press.tucasa.com

miércoles, 10 de octubre de 2012

¡Urgente! Los pueblos se quedan sin urgencias

La crisis económica que estamos viviendo, y sufriendo, se está llevando por delante algunos de los pilares básicos del Estado social que tanto ha costado forjar. Muchos piensan que la crisis sólo es la excusa en la que se escuda el Gobierno, o los gobiernos, para poner en práctica políticas que llevan la marca conservadora de su ideología, perjudicando así a ciertos sectores que no son rentables, o incomodan, tanto en términos económicos, sociales o políticos. Siempre es más fácil hacer que el de al lado pague más, o cobre menos, que imponérselo a uno mismo; un ejemplo claro es que el menú de un diputado de la Asamblea de Madrid es más barato que el que tiene que pagar un niño en un colegio público de esta misma comunidad. Así las cosas, parece que ya nos hemos acostumbrado a que los recortes en ámbitos tan importantes y necesarios para una sociedad como son la Educación y la Sanidad sean noticia de portada todos los días.

Desde el día 1 de octubre en la provincia de Segovia han dejado de dar servicio de guardia médica, entre las diez de la noche y las ocho de la mañana, seis centros correspondientes a las poblaciones de Aguilafuente, Ayllón, Bercial, Boceguillas, Santa María la Real de Nieva y Turégano. Esta reducción del servicio sanitario tiene como justificación que los datos reflejan que los recursos existentes y las actuaciones del 112 garantizan la asistencia en la provincia. Aunque los afectados (y muchos no implicados) no parecen pensar lo mismo.

En éstas, la semana pasada me atacó un repentino constipado que aún arrastro. Después de dos días convaleciente, el jueves por la mañana llamo para pedir cita con mi médica y me la dan para el lunes de la semana siguiente. En mi estado no aguanto cuatro días sin que me vea un médico, así que por la tarde me acerco a urgencias. Tengo suerte, el pueblo en donde vivo no se ha quedado sin este servicio. A pesar de mi malestar no me dicen nada nuevo: que siga tomando paracetamol como estaba haciendo por mi cuenta, y que beba mucho zumo. Me siento un poco ninguneada, no por el diagnóstico sino por la indiferencia con la que me trataron. De acuerdo, no he ido a urgencias por una peritonitis, pero mi catarro tampoco podía esperar hasta el lunes.

La mágica fórmula de 'paracetamol y mucho agua' no hizo su efecto y el lunes, aprovechando mi visita al médico para hacer otras gestiones, consulté a mi doctora por mi largo y aún no curado resfriado... ¡Vaya!, mi historial digitalizado no reflejaba mi visita a urgencias del pasado jueves, y esto no me gustó. Esta ausencia de datos flaco favor nos hace a los que vivimos y usamos los servicios públicos en el medio rural. Si faltan estos datos, dada la situación y los precedentes, más argumentos damos, a aquellos que justifican datos injustificables, para que nos arrebaten lo que no se debería arrebatar .

Foto: elmundosalud.com

viernes, 28 de septiembre de 2012

Caja Segovia ya es Bankia: cambios en transferencias y cajeros

El pasado 24 de septiembre Caja Segovia pasó a integrarse totalmente en Bankia. Esto significa grandes cambios en la entidad y para los clientes, como los servicios de los nuevos cajeros, los nuevos tipos de interés o el funcionamiento de la nueva caja online. Evidentemente esta integración trae otros muchos cambios que pueden considerarse más importantes, empezando porque Caja Segovia deja de ser una caja de ahorros para ser un banco, con todo lo que ello conlleva, ¡adiós querida Obra Social! Pero no podemos, ni debemos, obviar las modificaciones que nos afectarán a los clientes en nuestras operaciones bancarias más simples y frecuentes.

Soy cliente de Caja Segovia, la Caja, de toda la vida. Desde hace años operaba desde su banca de Internet, ésa denominada con un gracioso y simple juego de palabras: SegoVía. Desde este portal podía hacer transferencias a cuentas de la misma Caja sin comisión, además de tener la posibilidad de avisar al destinatario de la operación a través del envío gratuito de un e-mail, así como a mí misma, por si quisiera tener el resguardo en mi bandeja de entrada.
Pero, ¿cuál fue mi sorpresa el primer día que uso este servicio siendo cliente de Bankia?, que las transferencias a cuentas de la misma entidad sí tienen recargo, cobrándote 0,50€ (cincuenta céntimos de euro) por abono. Incluso cuando la cuenta desde la que se emite el pago tiene como segundo titular al propietario de la cuenta que lo va a recibir, es decir, cuando una misma persona es titular de ambas cuentas, aunque sea en segundo lugar. ¡No me lo puedo creer!
También decir, aunque se trate de un cambio menor, que ahora sólo se contempla enviar un correo electrónico al destinatario de la transferencia.

Bastante sorprendida y enfadada con el tema de las comisiones decido ir al cajero y sacar el dinero en efectivo. Claro, los cajeros también son Bankia. Su uso es sencillo, si quieres puedes pinchar en un apartado llamado algo así como 'Caja Segovia es Bankia' en el que te explican que se han actualizado los cajeros pero que su funcionamiento es similar y que sus servicios son los mismos. ¡Ja!
¿Cuál es mi sorpresa el primer día que uso el cajero siendo cliente de Bankia? Que sólo me permite sacar dinero de la cuenta asociada a la tarjeta que estoy utilizando, cuando siendo cliente de Caja Segovia, con esta misma tarjeta, podía sacar dinero de las diferentes cuentas que tenía en la entidad. ¿A esto se le llama 'lo mismos servicios'? ¿No será que lo que quieren es que entre en la sucursal a hacerme una tarjeta por cada una de mis cuentas para poder cobrármelas?

Si estos cambios son los percibidos en el uso de las operaciones más simples y frecuentes de un cliente, llamémoslo, básico. ¡¿Cómo serán los que no percibimos...?!
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Al hilo de la integración de Caja Segovia en Bankia os recomiendo este artículo de opinión de María Coco Hernando, directora de Segoviaudaz.es: Adiós Caja Segovia, fue un placer conocerte.

Foto: Club de Atletismo Joaquín Blume

viernes, 27 de julio de 2012

Día 5. Essaouira

Inmediaciones de la estación de autobuses, Marrakech

Los madrugones son menos madrugones con el desayuno que nos preparan en el riad. Con las mochilas a la espalda empezamos nuestro día de visita a Essaouira.

Curioso lugar la estación de autobuses de Marrakech. La treintena de ventanillas que hay en ella están vacías y aparentemente cerradas, pero no porque estén abandonadas, sino porque sus responsables esperan a los viajeros en los pasillos o en las inmediaciones del edificio. Como a los turistas pronto se nos reconoce, en seguida se nos acercan para preguntar nuestro destino, guiarnos para encontrar al vendedor correspondiente o llevarnos hasta el andén si ya tenemos el billete comprado. 

Ante la recomendación de llegar con al menos quince minutos de antelación, hemos sido precavidos y nos toca esperar sentados en el autobús casi media hora; parece ser que aquí se estila bastante el overbooking. La espera merece la pena. No somos los primeros en llegar y, como es de esperar, tampoco los últimos. Lo curioso es que al autobús no sólo entran viajeros también suben vendedores ambulantes que, ¡venden de todo! Caramelos de menta, chocolatinas o, lo que deducimos que son, coranes de bolsillo. Los comerciantes entran por la puerta delantera, sueltan un discurso, desfilan por el pasillo enseñando su producto para salir por la puerta de detrás cuando terminan su comercial paseo. Incluso, una vez arrancado el autobús, el conductor tiene el detalle de ir a ralentí para que los vendedores puedan subir y bajarse del vehículo sin peligro, incluso más allá de la estación, lo que también sirve para que los viajeros tardíos cojan la ruta.

Plantación de argán carretera Marrakeck-Essaouira

Los casi 190 kilómetros que separan Marrakech de la Ciudad del viento se convierten en unas tres horas de viaje que acaban convirtiéndose en pesadas. Al menos pudimos ver plantaciones de argán y alguna que otra cabra disfrutando de su manjar.

Llegar a Essaouira desde Marrakech es cambiar el tono rosado por el el azul y el blanco. Es hinundarte de sabor a mar. Pronto se entiende por qué se la llama la Ciudad del viento, sus huellas están marcadas en las paredes de los edificios, dejando a su paso un blanco desconchado. El azul de las puertas y ventanas parece una llamada al remanso sobre el blanco roto de las fachadas.

Llegamos a la medina, declarada Patrimonio Mundial de la Unesco en 2001. Sus calles principales son más anchas y la temperatura es más agradable que en Marrakech, aunque sus tiendas poco se diferencian de las vistas hasta el momento el olor y el ambiente que en ella se respira es diferente, es marinero.

Avenida Oqba ben Nafii, Essaouira
Como llevados por la brisa salimos de las murallas que la salvaguardan y llegamos al puerto. Decenas de barcas amarradas nos cuentan sin palabras que el pescado ya ha llegado, que nos acercamos a la subasta. Las gaviotas y sus graznidos también son testigos. Casetas vestidas de los mismos colores que la ciudad y puestos ambulantes venden, frescos o asados, los frutos que el Atlántico ha dejado que prendieran las redes de los pescadores.

Barcas amarradas en el puerto de Essaouira

Casetas de venta de pescado en el puerto de Essaouira

Venta ambulante de pescado en el puerto de Essaouira

Una enorme playa nos llama a la izquierda. Turistas y lugareños nos cruzamos por el paseo marítimo, el aire y la temperatura no invitan ni a que las olas mojen nuestros pies. Una modelo y su equipo intentan que el viento les deje sacar adelante la sesión de fotos que han venido hacer. Sí, en Marruecos también hay modelos, ¿o quizá sea extranjera? El contraste entre la tradición y la vanguardia, o simplemente lo moderno u occidental, no deja de sorprendernos.

Sesión de fotos en la playa con el puerto de fondo, Essaouira

Mujer contemplando el mar en la Skala du Port, Essaouira

Volvemos a la medina y en la Skala de la Ville, donde la muralla está construida sobre acantilados, disfrutamos de las vistas del mar y la ciudad para después adentrarnos en unas sombrías, estrechas y, sorprendentemente, vacías calles. Una rara sensación se apodera de nosotros al vernos y sentirnos solos después de estar continuamente rodeados de gente; pero pronto llegamos a las bulliciosas calles y descubrimos entre tiendas de especias y cerámica una especie de mercado al aire libre en donde sólo se vende pescado. El trajín de la vida cotidiana se mezcla con la sopresa del visitante que observa los quehaceres rutinarios desde los soportales que rodean a esta peculiar pescadería.

Plaza del pescado, medina de Essaouira

Volvemos a las calles principales y los comerciantes llaman tu atención para que entres en su tienda, que es exactamente igual que la anterior, que es exactamente igual que la siguiente. En todos estos días no hemos sucumbido a dejarnos llevar por el interior de estos bazares ni la persuasión de sus vendedores y es ahora cuando decidimos adentrarnos en uno. Sentados al fondo de la pequeña y estrecha tienda pasamos un rato agradable que termina con la compra de algunos objetos de, supuesta, plata y salimos a la calle con esa sensación de no saber si lo que nos llevamos es lo que creemos haber comprado.

Ancianos hablando en la Avenida de l'Istiqlal, Essaouira

Comemos tarde mientras mientras agotamos nuestras últimos momentos paseando por las calles Essaouira. Ahora sus paredes blancas empiezan a tornarse anaranjadas con la caída del sol y va llegando la hora de volver a la estación. Dejamos atrás el viento, las gaviotas, el pescado y el olor a mar; el autobús nos lleva ya de vuelta a la ciudad rosada, a Marrakech.

Fotos: Marrakech y Essaouira octubre 2011.  M. San Felipe

miércoles, 25 de julio de 2012

Huerto urbano

Brotes de albahaca, 17 de mayo de 2012

Se entiende como huerto urbano aquel cultivo de hortalizas que se realiza en un núcleo urbano, ya sea en una terraza, jardín o en pequeñas parcelas, tanto en el interior de las ciudades o como en sus inmediaciones. En ocasiones se denomina horticultura de ocio, aunque con la que está cayendo se está extendiendo cada vez más como práctica de autoconsumo.

Cuando pasé de vivir en un ático con altas ventanas y me mudé al piso en el que ahora vivo una de las primeras cosas que pensé es que llenaría los balcones de plantas, sobre todo de geranios. ¡Me encantan los geranios! Pero no. Pronto me di cuenta de que los alféizares de las ventanas abalconadas no permiten colocar macetas si quieres cerrar las persianas, y a mí no me gusta dormir con luz. Todavía me quedaba el balcón esquinado del salón que tiene un ancho estrecho, pero lo justo para poder colocar alguna maceta y algún macetero. Al llegar el buen tiempo decidimos tapar el balcón con brezo artificial, pero a mí no me gustó la idea de que mis floridos geranios, aún inexistentes, no pudieran ser disfrutados y compartidos por los viandantes. Así que decidí que plantaría alguna planta productiva, como hierbas aromáticas o plantas de huerta.

Albahacas, 25 de julio de 2012

Mi tía me preparó una pequeña maceta con semillas de albahaca, a las que tendría que regar y cuidar para que llegaran a brotar y después transplantar, para que las plantas crecieran más fuertes y sus hojas sirvieran para hacer rico pesto. La albahaca se ganó un espacio en la ventana balconada de mi estudio, cuya persiana no tiene por qué ser bajada. Pronto la vi crecer, la transplanté y, pasados algunos meses, ¡la probé! Yo, que hasta el momento sólo había tenido cuidado de una lenteja plantada en algodón, estoy emocionda al ver crecer mis albahaquitas cuyo olor es capaz de trasladarte a una casona en medio de La Toscana. Aunque parecen un poco mustias, yo ya llevo comidos dos ricos platos de pasta al pesto.

Pero esto no es todo. Mi padre, amante del huerto en cuerpo y alma, me dio dos tomateras. Para que llegaran a dar frutos tendría que cuidarlas y regarlas, pero también transplantarlas y caparlas. ¡Uauh!, toda una labor de responsabilidad para esta iniciada en el mundo vegetal. Las flores pronto llenaron los tallos pero, ¡no han sido muy fructíferas! Aunque he de reconocer que bien contenta, emocionada e impresionada estoy con un tomate por planta. ¡Ay!, cuando enrojezcan, ¿seré capaz de comérmelos?

Tomateras, 25 de julio de 2012

No creo que un macetero con dos tomateras más uno con unas cuantas plantitas del albahaca puedan considerarse huerto urbano ni que su producción vaya a abastecerme pero, ¡estoy con ganas! Esta semana me he planteado un reto: conseguir que agarre un tallo de hierbabuena que llevaba metido en agua una semana. De momento muy buena pinta no tiene... Pero ahí estoy, ¡aprendiendo!

¡Quién diría que soy de pueblo!

Fotos: M. San Felipe

jueves, 19 de julio de 2012

El estado de las cosas



Cuando somos pequeños en el colegio nos enseñan que la materia puede presentarse en tres estados: sólido, líquido y gaseoso. Cuando somos mayores nos damos cuenta de que la materia también puede presentarse en otros muchos estados: en alegría, enfado, optimismo, pesimismo, objetividad, subjetividad, simpatía, antipatía... Estados que, por lo general, vienen influenciados por el entorno en el que se encuentra la materia.

Las personas somos materia. Un hielo no puede estar triste u optimista, pero esos estados sí los puede tener una persona. Según la tercera acepción de la RAE, materia es "lo opuesto al espíritu", por lo que algunos pensarán que el triste u optimista lo sería, o lo estaría, el espíritu y no la materia, ya que ésta se limitaría a ser el cuerpo físico, el sólido. 

Así, las personas y/o su espíritu podemos encontrarnos en muy diversos estados. En la actualidad, el entorno que nos rodea se ha empeñado en embriagarnos de pesimismo. El contexto en el que nos movemos parece decirnos que no levantemos cabeza, que si se nos ocurre mirar tan siquiera un poco hacia adelante, una mano grande y forzuda empujará nuestra nuca para volver a obligarnos mirar hacia abajo. El ambiente parece inundado de tristeza. 

Hasta hace no mucho, quienes ostentaban el poder, tanto económico como político, nos hicieron creer (¿nos obligaron a creer?) que éramos alguien que no éramos. Nos dejaron creer que no llegar a fin de mes no era problema. Nos hicieron creer que los préstamos bancarios siempre estarían a merced de nuestras necesidades, no siempre primarias, ¿o acaso lo es un apartamento en la playa? Nos obligaron a creer que casas construidas en un abrir y cerrar de ojos valían el triple de su valor real y que lo mejor que nos podía pasar era el poder vivir en ellas. Nos obligaron a creer que comprar y tener de todo era el mejor estado de las cosas. Nos hicieron creer que esto era jauja y que duraría para siempre. 

Y ahora que su plan se ha desmoronado, que los perjudicados somos la gran mayoría y que esa gran minoría que toma las decisiones sólo piensan en los poderosos, tanto económicos como políticos, ¿en qué estado quieren que nos encontremos las personas y nuestro espíritu? 

Ojalá esté llegando el momento del estado de la empatía y de la unión de todos. 

Foto: Fondosescritorio.org

miércoles, 18 de julio de 2012

Éramos pocos y me hice Tumblr



Pues éso, que llevo cinco meses, ¡cinco meses!, sin actualizar el blog y decido romper el hielo para decir que he añadido un quehacer más a mis quehaceres varios en esto de interné. Ahora también estoy en Tumblr y, en un ataque de originalidad, podéis encontrarme con el mismo nombre, Sin saber nada. Y es que sigo observando el mundo desde la ignorancia.


jueves, 23 de febrero de 2012

Días 3 y 4. Marrakech-Zagora. Zagora-Marrakech

Pueblo bereber de la coordillera del Atlas

Nos preparamos para afrontar un viaje de más de 350 kilómetros para dormir a las puertas del desierto levantándonos a las 6:30 y sin desayunar. Nos dirigimos a Zagora en un minibús cargado con diecisiete turistas de varias nacionalidades; seis somos españoles y antes de salir de Marrakech ya nos hemos presentado.

Lo interesante de este maratón de 700 kilómetros en 2 días es la diversidad de paisajes que veremos. Antes de llegar a nuestro destino habremos atravesado el Atlas, contemplaremos los pueblos bereberes asentados, y casi camuflados, en esta cordillera; pasaremos de largo por los estudios cinematográficos de Ouarzazate, pararemos a comer en la terraza de un restaurante de adobe frente a la impresionante Kasbah de Taourirt, lista para albergar la primera edición del Festival Azalay. Alucinaremos con el paisaje lunar, o desierto pedregoso, que anuncia la llegada del sorprendete Valle del Draa, valle semidesértico pero agraciado con oasis autónomos que, al unirse, forman un extenso palmeral.

Kasbah de Taourirt, Ouarzazate
Las construcciones de adobe anaranjado son la tónica de los pueblos que atravesamos en nuestro camino. Las construcciones más modernas se distinguen sin dificultad, su color es el gris de los bloques de hormigón, aunque algunas casas están pintadas de rosa, como lo están los minaretes de las mezquitas, edificios que se nos presentan como los mejor cuidados. Las calles están sin asfaltar y, aunque las tiendas no se dejan ver con facilidad, los carteles de Coca-Cola aparecen en cualquier lugar. Incluso podemos encontrar hotel en un lugar inesperado.

Hotel en un pueblo del Valle del Draa

En los últimos 50 kilómetros de nuestro trayecto compartimos carretera con otros coches, motocicletas, bicicletas y muchos peatones. Al contrario que nosotros no caminan por el carril de la izquierda, en dirección contraria a la de los vehículos sino por la derecha, dándoles la espalda. Esta práctica no me gusta, me preocupa la seguridad de todas aquellas personas que han de andar por la carretera para poder realizar sus quehaceres rutinarios, que al parecer son bastantes (a la mañana siguiente podremos ver a muchos niños andando y en bici por la carretera, suponemos que para ir al colegio).

Tampoco me gusta lo que llevo observando desde que hemos salido de Marrakech, ¡la abundancia de basura! En las inmediaciones de las ciudades y los pueblos, en radios bastante amplios, los desperdicios aparecen por cualquier lugar, ¡sobre todo las bolsas de plástico! Al principio de nuestro viaje al desierto, medio adormilada por el traqueteo del minibús, abro los ojos y veo un campo yermo lleno de palitos secos y, ¿flores de colores? ¡No! Son bolsas de plástico. Y así durante todo el viaje. Bolsas de basura hasta en los regueros de agua que atraviesan, y dan vida, a los pueblos. Bolsas de basura de paso, guiadas por el viento hacia ninguna parte y destinadas a contaminar cualquier parte.

Pueblo de adobe del Valle del Draa

Llegamos a Zagora casi con el anochecido. Los camellos que nos esperan en realidad son dromedarios. Atravesando parcelas de palmeras parece que nunca llegaremos al esperado desierto. Mientras el sol se pone a nuestra espalda. El prometido atardecer en el desierto no es tan bucólico como imaginábamos. Moldear la postura y el movimiento del cuerpo a merced del traqueteo del dromedario, a la vez que te giras casi por completo sobre él para ver al sol esconderse, no es lo que nos habían prometido. Aún así, las vistas, los colores y las sombras merecen la pena.

Atardecer en las inmediaciones de Zagora

Los niños de las aldeas cercanas al camino que atravesamos salen a nuestro paso para pedir limosna. Con la mano estirada rezan "one dirham, one dirham". Escondidos pueden distinguirse a los adultos que les acompañan. A la mañana siguiente la escena volverá a repetirse. Con la luz de la mañana, pudimos distinguir sus manitas y cara sucias, sus ropas demasiado grandes y demasiado pequeñas, sus dientes ennegrecidos por la falta de calcio. Me sentí mal. Me sentí muy mal. Lo único que me venía a la mente era una escuela.

Cuando llegamos a nuestro campamento la noche ya casi era completa. Repartimos las jaimas para dormir y nos juntamos en la central, en donde tomamos té de menta y nos trajeron la cena: sopa marroquí, tajín de pollo y mandarinas. Una pena que entre la organización y los asistentes no hubiera apenas comunicación, echamos en falta algún tipo de explicación. Acabamos el día alrededor de una hoguera con cánticos y música bereber. Impresionante el cielo, aunque la contaminación lumínica de las ciudades cercanas se dejara ver a lo lejos.

Jaimas turísticas. Restos de la hoguera nocturna


Amanecer en el desierto, inmediaciones de Zagora

El sueño en la jaima ha sido profundo. El amanecer nos despierta a las 6 de la mañana. No es tan impresionante como me imagino, pero no todos los días se amanece en un desierto. Me gusta observar el color que va adquiriendo la arena según va apareciendo el sol. Tras el desayuno los camellos nos esperan y también el minibús. Ahora tenemos que deshacer los 350 kilómetros.

Pero aún nos quedan dos grandes sorpresas. Una rápida parada para divisar Agdz y la visita, más que obligada, a Aït Benhaddou y su kasbah, escenario conocido para aquellos que hayan visto películas como Lawrence de Arabia o Gladiator.

Kasbah Aït Benhaddou

Cuando se contempla esta belleza arquitectónica parece que hemos traspasado el tiempo, a pesar de que sus calles hayan perdido la autenticidad por verse repletas de tiendas de souvenirs y pañuelos de colores. No importa contemplar la kasbah desde arriba, desde abajo o desde el interior de sus callejones de tierra y guijarros, ¡deja sin palabras! Parece que estamos en un decorado de barro. ¡Gran colofón final!, aunque casi nos queda la mitad del viaje de vuelta.

Fotos: Marrakech-Zagora. Zagora-Marrakech, octubre 2011. M. San Felipe