martes, 18 de junio de 2013

Mi XXIX Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez



Ya hace casi un mes que se celebró la XXIX edición del Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez, reconocimiento a corresponsales o enviados especiales de medios españoles en el extranjero en honor al periodista segoviano. Fue la tarde del 24 de mayo en el salón de actos del Parador de Segovia y allí acudí acompañada de mi chico con nerviosismo y entusiasmo, ¡ni que estuviera nominada!

Recibí las invitaciones dos semanas antes y desde entonces estaban en la mesa de mi estudio, presidiéndola, siempre presentes durante mis horas de trabajo en la búsqueda de trabajo, así como en esas horas que dedico a algunas colaboraciones como redactora (en Segovia un buen plan y en El Guadarramista). Como un vínculo real entre yo, periodista que no ejerzo pero que quiere ejercer, y el mundo vivo del periodismo.

Me hacía especial ilusión acudir a la entrega de los Cirilo porque hacía mucho tiempo que no acudía a eventos profesionales; además la gala era en mi ciudad, celebrada por mi asociación de la prensa, la de Segovia. Pero sobre todo necesitaba sentirme una más entre los asistentes, respirar y empaparme del ambiente. Lo hice. Necesitaba un enchufe de energía periodística, recordar por qué hace ya 10 años hice una cruz en la casilla de Periodismo y no en la de cualquier otra carrera, por qué quise llegar a ser periodista.

Fue extraño presentarme a un acontecimiento así sin mi compañía habitual hasta ahora, mis amigas y socias de Airevisual, Blanca e Irene. Durante el camino hice lo que hubiera hecho con ellas, rastrear Twitter para unirme al hashtag ofiacial del evento y empezar a tuitear con él, ¡no había!, así que empecé a hacerlo por mi cuenta aludiendo a #PremioCiriloRodriguez, que curiosamente ya estaba utilizando Aurelio Martín, periodista segoviano y vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). También me resultó raro entrar al salón de actos y, junto con mi chico y sin contar a los cámaras de televisión, descubrir que éramos los más jóvenes allí presentes. Quizá este tipo de actos sean así, pero eché de menos a jóvenes periodistas entre los presentes.

Sentada en mi butaca vi llegar a los finalistas: Mónica Bernabé, periodista freelance y corresponsal de El Mundo en Afganistán, Marc Marginedas, enviado especial de El Periódico a zonas de conflicto, y Griselda Pastor, corresponsal en Bruselas de la Cadena Ser, a quienes había puesto cara a través Google y de sus perfiles de Twitter, aunque a Griselda le ponía voz desde hacía tiempo. Fue especial ver aparecer el pelo rojo de Rosa María Calaf y sentir su presencia cerca de la mía, así como la de multitud de caras conocidas a las que no ponía nombre; también escuchar en directo la voz de Alfredo Matesanz, presidente de la Asociación de la Prensa de Segovia y director de Radio Segovia, sorprendiéndome su tono después de tanto tiempo escuchándole en la emisora local. Me emocioné con el homenaje post mortem que se le hizo a Enrique Meneses, Premio Cirilo de Honor en 2010, y aplaudí como la que más cuando se leyó el falló del jurado, nombrando segundo y primer finalistas a Griselda Pastor y Marc Marginedas respectivamente, y ganadora de la XXIX edición a Mónica Bernabé, poniéndome los pelos de punta cada uno de los agradecimientos y anécdotas que encima del escenario expresaron.

Sentada en mi butaca, atenta y empapándome de todo lo que me rodeaba recordé por qué un día quise ser periodista. En estos tiempos a veces se olvida.

Foto: invitaciones a la entrega del XXIX Premio Cirilo Rodríguez, M. San Felipe