miércoles, 4 de febrero de 2015

Felicità

Cuando he entrado a la panadería Al Bano y Romina sonaban a todo volumen en el viejo casete de la estantería. No había nadie en la sala del despacho de pan, desde la cristalera se veía al panadero y a la panadera afanados en la sala del horno.

 - ¿Hola?-, he repetido varias veces sin éxito, pues mi voz se veía tapada por las melódicas voces del dúo italiano y era ignorada por la concentración del trabajo artesano

La panadera me ha visto cuando se dirigía a colocar cuidadosamente unas bolsitas de galletas recién hechas en la cesta del mostrador. Al acercarse, sus ojos parecían desprender un brillo diferente al de otros días

 - Perdona, hija, no te había oído -, se ha disculpado mientras me atendía. Sonaba Felicità cuando me ha contado que habían sido abuelos.

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