miércoles, 2 de noviembre de 2011

Día 2. Marrakech

Minarete de la Koutoubia. Marrakech

No hay nada como dormir como un lirón y tomar un rico y consistente desayuno para llenarse de energía. Qué ricas las tortitas marroquíes con mantequilla y mermelada. Hoy queremos captar una imagen general de la ciudad así que decidimos, cuan guiris, aprovechar las ventajas del autobús turístico. En una ruta guiada de hora y media visualizamos la Ville Nouvelle, o Ciudad Nueva, parte de la ciudad que rodea a la medina. Asombrosas las diferencias que albergan un lado y otro de la muralla. Edificios altos con amplios balcones, grandes avenidas de varios carriles, escaparates, soportales, terrazas de modernos cafés. Si no fuera por algunas ventanas puntiagudas, verjas decorativas y alguna calesa despistada no extrañaría que nos encontrásemos en un barrio europeo con un toque exótico. El rosa predomina.

Rotonda en la Ville Nouvelle. Marrakech

Marrakech nació casi de la casualidad. A pesar de ser un lugar histórico de paso, fue en el año 1062 cuando en su territorio un campamento se amuralló por primera vez por orden de Yusef Ben Tashfin, jefe almorávide bereber. Cuenta la leyenda que a sus guerreros les gustaban mucho los dátiles y que traían una abundante carga de este fruto de los palmerales del sur. Durante su estancia en el campamento, fueron muchos los huesos de dátiles que se tiraron al suelo y que, según cuentan, más tarde florecieron. Así, La Palmeraie, o el El Palmeral, es considerado el origen de Marrakech. Se trata del único oasis existente al norte de la cordillera del Atlas y es de gran importancia para la vida de la ciudad.

He de reconocer que yo me imaginaba un frondoso oasis, un espeso bosque de hojas puntiagudas. Estaba equivocada, se trata de un bosque semiárido. Merece la pena visitarlo, aunque no recomiendo dedicarle mucho tiempo. Muchas de sus partes están divididas, cercadas, por paredes de adobe. En él conviven casas de barro con lujosas mansiones y lujosos complejos hoteleros. Si eres amante del golf, tienes dinero y no te importa el medio ambiente, quizá quieras hacerte unos hoyos en uno de estos sitios cuyos campos no amarillean...

Campo de golf en La Palmeraie. Marrakech

Queríamos haber atravesado La Palmeraie en bicicleta pero hemos tenido que conformarnos con recorrerlo en autobús descapotable; no hemos encontrado bicis para alquilar.

Comemos unos bocadillos y unas aceitunas con boquerones en el Parque Moulay Abdeslam, también conocido como el Cyber Parc, unos preciosos jardines reales de flora autóctona en los que abundan los cítricos y en donde podemos conectarnos gratuitamente a Internet. Como en casi todas las zonas públicas que ofrecen wifi la red deja bastante que desear, pero yo todavía no me he conectado gratis en ningún parque en España. Contactamos con la familia.

Aprovechamos la tarde para organizar el resto de la semana y nos damos cuenta que empezamos a desenvolvernos. Mañana excursión, de nuevo de guiris. Queremos conocer la puerta marroquí del desierto en Zagora y no queremos perdernos un amanecer entre las dunas. El jueves iremos a la ciudad costera de Essaouira en autobús de línea; ir a la estación a comprar los billetes, ¡no tiene precio!

Pero la noche llega y Djemaa el-Fna nos llama. Ya no hay duda, lo que vimos ayer se repite cada día. Saboreando un te de menta desde la terraza de Le Grand Balcon Cafe Glacier observamos el espectáculo de la gran plaza. Da igual desde arriba que desde abajo, ¡te deja sin palabras!

Djemaa el-Fna desde Le Grand Balcon Cafe Glacier. Marrkech

Hoy las exquisiteces de los puestos de comida no se nos escapan. Pasamos a formar parte de la vida de la plaza.

Fotos: Marrakech octubre 2011. M. San Felipe

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